Esta pandemia ha acelerado los cambios que se iban haciendo poco a poco en las relaciones humanas, en las empresas, en el mundo… Las parejas han decidido separarse o han consolidado su relación, las empresas se han visto obligadas a reinventarse y digitalizarse o han acabado desapareciendo, y el mundo ya no es el que conocimos: más desajustes sociales, más desigualdad y menos global.
Pero hoy quiero hablar del amor…y en el amor, en mi caso, la pandemia ha tejido mucho más fuerte nuestros lazos afectivos. Es cierto que en nuestro caso, hemos vivido este periodo sin hijos, conservando el trabajo y partiendo de un primer año de relación lleno de endorfinas. A pesar de ello, la convivencia podría haberlo cambiado todo. Estar encerrados en un piso. Solos. No poder socializar como queríamos, ni viajar, ni estar con nuestra familia ni amigos…podría haberse desgastado pero, al contrario, ahora nosotros somos nuestra familia (de hecho, la hemos formado casándonos en medio de la pandemia) y nos hemos convertido en nuestros mejores amigos.
Si viviera otra pandemia, querría que fuera con la misma persona. Y en el mismo lugar. Si tuviera hijos, solo pediría un poquito más de espacio. Pero sobretodo, volvería a confiar en el amor, y a ver este “encierro” como una clara oportunidad para saber si la persona con la que he compartido todas las horas del día, techo, sofá y wáter, es la mejor persona con la que compartir el resto de mi vida.
Y si confina2, las cosas han salido taaan bien, estoy segura de que la vida nos depara mil caminos más: en otros lugares, con más personas y distintas vivencias…pero siempre juntos.