¡Estoy embarazada! Sí, es en serio, ahora ya lo puedo gritar a los cuatro vientos aunque todavía no me haya hecho a la idea. Han sido unas semanas bastante convulsas. Dentro de mí se gestaba un pequeña vida pero no lo podía compartir con todas las personas que forman parte de mi vida. El miedo por lo que podía pasar, el malestar físico y la revolución hormonal hicieron el resto. A pesar de que en mi interior crecía la mejor de las noticias, he estado apagada, metida muy para adentro, buscando siempre momentos de soledad y recogimiento. ¡Qué contradicción! Por suerte, ahora, pasado el primer trimestre, empiezo a disfrutar de lo que se está cociendo. Me encuentro mucho mejor, la barriguita ya empieza a crecer (aunque yo noté que empezaba a ensancharme hace unas semanas), puedo compartir la noticia con mis seres queridos y, lo más importante, todo está evolucionando bien.
Siempre he querido ser madre. No puedo decir que fuera un sueño, sino más bien lo concebía como un proyecto vital. Siempre quise formar una familia, como mis padres hicieron conmigo y con mi hermana: un equipo, una troupe, una pandilla con quien compartir la vida, a quien dar mucho amor e inevitablemente sufrir algún disgusto. También siempre pensé que sería madre joven, como mi madre o mis tías, y que a los 40 ya tendría hijos que volarían solos. Ingenua de mí no contaba con un factor: no podemos controlar ni planificar nuestra vida. El universo no quiso que fuera madre con 20 años. Y tampoco me puso en el camino a la persona con la que formar mi familia, hasta los 36. Así que, aprendida la lección, seré una madre casi cuarentona, con un espíritu jovencísimo, eso sí, pero cuarentona. Y no puedo ser más feliz. Creo que también tiene ventajas tener hijos a esta edad, cuando te sientes 100% realizado como persona, cuando has caminado muchas millas sola, y otras tantas con diferentes compañías. Cuando has vivido mil experiencias por el mundo y muchas otras dentro de tu casa. Por eso sé, que aunque esté yendo un poco tarde biológicamente hablando… mi marido y yo formaremos una gran familia: porque será la nuestra y ahora es nuestro proyecto común más emocionante.
Por delante quedan muchas preguntas por resolver…¿seré buena madre? ¿Dejaré de ser la persona que soy? ¿Estoy preparada para lo que se nos viene encima? Pero son cuestiones que todavía no me planteo porque todavía me cuesta hacerme a la idea de que está creciendo una vida en miniatura dentro de mí.