Hace nueve meses que Luca llegó al mundo y no me imagino la vida sin este mini humano que insufla alegría y amor por cada poro de su piel. Luca nos hace más felices y ha ensanchado nuestros corazones y los de nuestra familia. Es un niño sano y feliz, no puedo pedir más. Desde que nació tengo el reto más grande de mi vida: acompañarlo en el camino de la vida y hacer todo lo posible para que encuentre la mejor manera de transitar por ella, para que encuentre su lugar, su propósito. Darle la mano y apoyarle en cada paso. Y cuidarlo, mimarlo y darle todo el amor del mundo, para que se sienta querido. Lo que más me gusta es darle besos, hacerle cosquillas y verle descubrir a cada minuto algo nuevo.
Es abrumador poder ver la evolución de una persona desde su gestación. Y todas sus primeras veces. El primer llanto, la primera risa, la primera palabra, los primeros pasos o los primeros escalofríos. Y pasan los días y te das cuenta de que lo tiene todo por aprender. Y aquí estaremos, a su lado, para guiarle y consolarlo en sus tropiezos. Mis primeras palabras como madre son dar amor, dar cariño, dar abrazos. Y cerrar los ojos cuando lo tengo encima, olerlo y detener el tiempo. Porque estoy segura de que en unos meses sí diré que el tiempo me pasa rápido, y querré teletransportarme al ahora, a este instante en el que escribo mientras Luca duerme la siesta y espero a que se despierte para verle esa sonrisa en su cara.